Pasado y Presente
La historia de la familia Escasany en la Argentina tiene su origen en el año 1892 en que los hermanos Ramón y Manuel Escasany llegaron al país, provenientes de la ciudad de Cardona, en Cataluña, España.
Su propósito era establecerse en Buenos Aires y en ese mismo año abrieron un comercio de relojería y joyería en el centro.
En poco tiempo el comercio se conviritó en el más conocido del ramo, al punto de aparecer en publicaciones prestigiosamente populares, como la revista Fray Mocho quien en 1917 le dedicó una página a su historia.
La popularidad de la empresa hizo que poco después se trasladaran a la calle Florida y más tarde abrieron sucursales en la Capital y en las más importantes ciudades del interior del país. En 1909 se conviritó en Sociedad Anónima y sus empleados en accionistas, que en 1917 sumaban 180.
Entre las muchas sucursales del país, las dos que indudablemente perduran en la memoria de toda una generación de argentinos son la de Mar del Plata y, principalmente, la de la esquina de Perú y Rivadavia que perduró hasta la década del '80.
La "Casa Escasany" estuvo presente en las familias argentinas durante todo el siglo, al punto que los objetos que de allí salían podían encontrarse tanto en las casas de las familias más humildes como en las de las más adineradas. Por medio de la venta a través de "catálogo" -uso poco frecuente en la época- llegó a todo el país y acompañó a las familias argentinas en los momentos importantes como bodas, bautismos, cumpleaños y aniversarios.
El carácter familiar de la empresa se afianzó cuando los hijos de Manuel y Ramón continuaron la trayectoria de la casa. Por parte de Ramón, sus hijos Rodolfo y Néstor, y el hijo de este último, Daniel, los sucedieron en la tarea.
En la actualidad, el bisnieto de Ramón, Daniel Marcos Escasany mantiene viva esta tradición inciada por sus ancestros en la lejana Cataluña, hace más de un siglo. Se dedica exclusivamente a la platería, contándose hoy entre los orfebres más reconocidos del país.
Se inició en el oficio de la platería a los dieciocho años en un pequeño taller y hoy cuenta con más de veinte años de trayectoria en este noble arte. En su taller actualmente se elaboran piezas de distintos estilos: platería civil, religiosa y de campaña.
También se dedica a la delicada y comprometida tarea de la restauración de obras de gran valor histórico por su antigüedad o simplemente de gran importancia afectiva pues "era de mi abuelo" es una frase que suele acompañar a estas piezas.
Lograr una pieza de orfebrería rural o civil requiere más que años de estudio, un conocimiento intrínseco adquirido a través de la experiencia y el contacto con estas obras de arte y su uso cotidiano.
No se trata de hacer una cabezada con fiador técnicamente perfecta, pero que en su esencia no corresponda al estilo campero, sino que es necesario captar lo que la obra significa como evocación de una pieza usada en otra época.
Esto se logra con experiencia en el oficio, pero también con la tradición familiar que por más de cien años ha conservado usos y costumbres propios de nuestra tierra.